domingo, 28 de marzo de 2010

Es así




Mis medidas no son extravagantes, menos esculturales. Mi cara tiene poros y a veces espinillas. Mi pelo no es tan sedoso como me gustaría, es tan voluminoso que cuando no me preocupo por el parezco una verdadera leona asesina. Soy pequeña, se me asoman rollitos y no muy bien dotada. Mis piernas son cortas, mis manos diminutas. Mi piel es natural, ya que no me gustan las cremas, odio esa gruesa capa brillante. No me gustan mis mejillas, demasiado gordotas. No tengo vista envidiable, debo achicar los ojos para leer a distancia. Mi nariz no es respingada, delgada ni de hermoso perfil. Es redonda, muy chica. Tengo un lunar en el cuello, me gusta, pero ni se ve. Pues entonces, lo físico no es mi fuerte, aunque debo confesar que soy algo pretenciosa. No lo acepto, pero siempre observo si me puedo ver reflejada en algo. Arreglo y ordeno mi pelo, sin embargo, termino desencantada y con una actitud de enojo; no me conformo. Tampoco hago mucho para encantarme nuevamente. Algo floja y torpe, adoro caminar por mi casa con pantalones anchos y viejos, me agrada no adornarme y esconderme como un ermitaño. Sensación de relajo, ¡esas sí que son vacaciones!, pienso. Ratifico, lo físico no es mi mejor cara.

Mi mamá dice que me ponga aros de oro, que me vista con colores claros, preferentemente, rosas. Dice que me siente bien y camine derecha. Que use una de estas tantas pulseritas de plata que me han regalado, cuelgue un pendiente de mi cuello, y use los anillos que amorosamente me ha obsequiado. Quiere que no exponga de manera tan apasionada mi oposición en charlas familiares, que sea más delicada y no tan "manitos de acha". Soy su única hija, le gusta que sea femenina, admira que defienda mis derechos, los derechos como joven. Eso sí, me advierte que sea cuidadosa, hable con calma y nunca deje de sonreír. Lo que no quiere decir, que sea una loca suelta de patio, como en ocasiones lo soy. Cuando analizo y pienso tonterías, llora de risa. Le divierte. Me consiente como a nadie. Me habla de la vida, me cuenta sus problemas. Es mi consejera, aunque ni ella esté consciente de aquello. Quizás, no me enmarco en un prototipo, tal vez rompa con estereotipos para ella. Aún así, me gusta como soy. No soy perfecta, pero me encanta ser imperfecta. Si puediera ser una antitodo, lo sería. Cuando digo y regalo palabras son desde lo más profundo. Pesadita y terca. Mañosa con tinte de atrevimiento. Quiero ser así, como un conglomerado de ideas y enseñanzas. Observo a los montones, no quiero ser un animalito más del sistema. No sé si me resulta, ni menos si hago el intento. Sólo dejarme llevar por lo que creo, por mi propio juicio. No me empeño por romper las reglas, las acato y cumplo. Creo que la virtud es necesariamente aplicable en sociedad para una buena convivencia. Prudencia... es la que más me gusta y ahí sí que soy tenaz para incoporarla y hacerla parte de mí.
Quiero inventar letras, palabras y estupideces. Todo esto puede ser una tontería. Para mí, no. Vivir de la fugacidad de los momentos; una hippie antihippie, una loca sin remedio, una niña angelical, una mujer centrada, una mente activa, una señora joven, una abuela testaruda. Como sea, cada convicción es un acto y dicho, cada convicción es reflejo de lo que soy. Prefiero lo interior a que lo exterior, no es cliché. Prefiero conversar y reír, antes que una noche de juerga y desenfreno. Prefiero seguir mis gustos, aun cuando sean horrosos y out en temas de moda. Aunque ya no sean moda, y en cuanto a apariencia, atroz. Me río inoportunamente, entre nerviosismo y ansiedad. Buen punto, ansiedad. Realmente, me come esa maldita cosa. Me desespero cuando quiero algo y no sale, o cuando salió y yo no quería. Cuando anuncian que dirán algo y no lo hacen, curiosidad podría llamarlo también. No es que salga escoba en mano a copuchentear con las vecinillas, no es eso. Tampoco que me refugie entre las cortinas de las ventanas para estar atenta a cualquier paso ajeno. No me pronuncio en ello, es más, me entretengo escuchando a cada señora cómo cuenta un rumorcillo loco. No quiero juzgar, quiero aceptar y compartir el mundo con quien piense lo contrario. Si bien, la crítica me atrae. Entre más perversa, mejor. La diversidad me agrada, no excluyo. Y no son meras palabras, es accionar. Cuando me defino, me entiendo, y cuando no me defino, no puedo entenderme, señalé una vez. Ocasionalmente, nado en enredos existenciales que hacen analizar hasta un granito de arena. Baja autoestima me han dicho, opto por la inseguridad.


Las decisiones son un paso-un cambio- pero, tambaleo siglos para tomar alguna. Pensaba que pensando podría no pensar, pienso que ese pensamiento es pensable, lo llevo acabo. Más que cambio, prefiero llamarle crecimiento, aunque psicológicamente sería proceso de madurez. No me molesta ser un lego, lo que sí me molestaría es que esas ganas de aprender se alejen. No sé si lo hago bien o mal, no sé si alguien desconocido podrá entenderme, no sé si soy más de lo mismo, o bien, una niña aún. El camino pudo haber estado repletísimo de vallas, de innumerables obstáculos y miles de agujeros. Entre caída y caída, se aprende, pues. Entre caída y lágrimas, se olvida y deja atrás lo que ya no agrada. Entre caída y sudor, se desliza el sentimiento irreconocible. Entre una caída y un levantamiento, observo las estrellas desde otra perspectiva. Mis ojos son los mismos, la mirada distinta. Me quiero y me quiero, tanto por el valor que yo le doy, como el que otro le da. Y aunque antes pataleaba contra el mismísimo cielo, me gusta ser chica. Soy tan pequeñita como una pepita de ají, pero tengo el corazón grande para quererte a ti.

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