martes, 5 de abril de 2011

Dulce y salado

Agregue una cucharadita de azúcar y mezcle homogénamente. Luego una pizca de sal y mmm... ¡A disfrutar! La premisa es esa, la explicación va aquí. Resulta absurda la oración, parece una receta culinaria, de esas que los matinales de TV insisten en repetir mañana tras mañana para que la dueña de casa festine a su familia, algo bien fantasioso, ya que dudo rompan con las típicas cazuelitas. Pero, el fin no va por allí. La cosa es: Dulce y salado, simpatía y apatía, amor y odio. ¿Suena conocido?


¡Es blanco o negro!, exclamaba mi profesora de colegio. Una verdadera historiadora, media hippie y con aires colorados, de la cual copié más de un modismo (Ya, bueno, igual un poquito su estilo). Sin embargo, tengo mis dudas al respecto. Me gusta esa mezcla entre algo bueno y malo. O bien, dulce y salado. Es complicado estar siempre con carita de chico UDI. Difícil es imponer la paz ante cualquier contraposición verbal, ya que- casi por naturaleza- somos unas vívoras enfermas de ganas y el llamado "tener la razón".


Cuesta llegar a un acuerdo, lo sé. Resulta innecesario y casi inmaduro esos conflictillos de la vida, aunque también son parte "de". A veces es gris, lo que no se ve tan mal. Dulce y salado podemos digustar, lo que no es razón para fallar. Estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo, qué bonito. Cabe recordar que luego de una pelea sí que hay reconciliación... Dicen. Disfrutar de la vida es la opción y no hay más.