domingo, 13 de noviembre de 2011

Toc-Toc, ¡soy yo!: Cuando la política toca tu puerta

  El diluvio de noviembre casi inmovilizó a la población. Las calles estaban vacías y las micros parecían estar más copadas de cantantes populares que de pasajeros. La tierra se humedeció lo que trajo consigo un tremendo barrial. Eso lo sabe muy bien el dueño de “Quillotano”, una verdulería ubicada en la calle principal de la población Jaime Leapablaza de Penco que debió bajar el telón hasta que la lluvia se cansara. Y no sólo eso: esa misma mañana retiraron el inmenso cartel publicitario que instaló en su negocio.

 Hace unas semanas la ciudad se vistió de color. Afiches publicitarios con el rostro de Víctor Hugo Figueroa, Esteban Llanos y Justo Insulza inundaron la plaza céntrica, los negocios de barrio y una que otra vivienda del sector. A 14 kilómetros de Concepción se comienza a agilizar la agenda política 2012: Penco se transformó en escenario de la inminente elección electoral.


  Y es que aunque falta casi un año para la masiva votación, la oposición de la ciudad portuaria convocó a todos los ciudadanos a un verdadero plebiscito para definir los candidatos de la coalición. La Concertación, el Movimiento Amplio Social (MAS) y el Partido Progresista (PRO) realizó el pasado 23 de octubre las elecciones primarias con miras a la alcaldía del próximo año.


  Orlando Riquelme Fonceza, un colorín porteño de nacimiento pero pencón por opción, está más que acostumbrado a esta situación. Sí, porque él es dueño de la verdulería que tiene historia. Fama de ser la eterna disputa de publicidad política. Aunque suene raro. Pese a que don Orlando reconoce no interesarse por la política, se inscribió en el registro electoral apenas cumplió los 18 años. Confiesa que no votó en las primarias pasadas, pero sí que participó a su manera. Aceptó que instalaran por un par de semanas una gigantografía del candidato demócrata cristiano, Víctor Hugo Figueroa, en el jardín de su negocio con más de diez años de servicio.


   Nada es gratis en esta vida, dice con una risa pícara el comerciante de 54 años. Porque  tener la imagen de un político en su negocio no era cosa de simpatizar con la cruzada. En lo absoluto. La idea era recibir un incentivo a cambio. No es que fuera una millonaria inversión,  pero 30 mil pesos ganó. Lo mismo que hace en media semana de trabajo.Le faltan dedos de la mano para nombrar cada campaña en la que su popular negocio ha sido protagonista. Se le infla el pecho al recordar las presidenciales de 2010: “Me pidieron de Piñera y Frei, estaba complicado porque en una me pagaban más que en la otra. Al final quise ser consecuente así que me fui por Frei nomás”, dice. Y luego de unos segundos, reflexiona: “Uno tampoco quiere puro ganar plata… Si yo tengo mi corazoncito”.


  Y no le falta el cliente molestoso. Orlando Riquelme debe lidiar con la típica broma: “Me dicen no se venda tanto pues, vecino. Pero yo no estoy ni ahí porque siempre he puesto cosas que son de mi tendencia… No sé bien cuál será, pero todo menos la derecha”. Tampoco quedan afuera los chismes del vecindario: “Fíjese que una vez dijeron que yo tenía un trato medio negro con un concejal. Si la gente es mal hablá, pela de puro gusto nomás”, cuenta el ahora conocido como “el caballero del negocio con cartel.El colorín comerciante se toma en serio esto de la publicidad. Tan en serio que dice saber por qué es tan solicitado. Está seguro que su negocio tiene una vista privilegiada. Ubicado justo en la esquina, ahí donde transitan muchos vehículos y gente. Por eso ni se conmueve al  hablar como todo un gerente de marketing: a los políticos les gusta que todos los vean.


 Y va más allá. Incluso cree ser reconocido por algunos de ellos. El año pasado, meses antes del escándalo que sacudió a la entonces intendenta Jacqueline Van Rysselberghe, se la topó en el centro de Concepción. Ella lo miró de reojo, él se intimidó. Ella tomó la iniciativa y se le acercó sin vacilar. En ese momento don Orlando no sabía qué hacer, fueron segundos eternos. No era cualquier persona la que se le estaba acercando. Era la mismísima promesa UDI (Unión Demócrata Independiente), la guapa cuarentona política. Y vaya que lo sabe hacer el verdulero: Le pidió una foto, ya que los colorines le traen suerte. Incluso le dijo que son como una cábala.


  Desde ese día, don Orlando la cuida como hueso santo. Le compró un marco de madera y la puso en el living de su casa. Don Orlando no vive de política, pero sí que sabe de ella. Es uno de los anónimos beneficiados de las campañas electorales. Y ni siquiera se arruga en reconocerlo.