lunes, 30 de marzo de 2009

No hay más...


Porque cada mañana, cada día, y cada instante siento ese grave vibrar que conmueve cada espacio de mí. Como un rayo de luz que se asoma en el amanecer, como un abrigo en el invierno.

Necesito escucharte, necesito admirarte, necesito que pronuncies mi nombre para que mis oídos se acostumbren a tu voz. Si te acercas me intimidaré, si te alejas te odiaré. Quédate conmigo, aunque no te pueda tener. Te quiero conmigo, aunque te odie más de lo que quiero.

Porque todos los momentos que vivimos y disfrutamos al anochecer, quedarán grabados en los miles pezados de mi corazón que rompiste ayer. Tus palabras, tu caricias y tus miradas no se las llevo el viento, están aquí, en el mismo lugar donde las dejaste. Búscame y envuélveme. Ven conmigo. Te esperaré así como dije una vez. No sé. Quizás el tiempo cicatrize las heridas, quizás las heridas desparezcan, quizás ya no es lo mismo.

Fuiste todo lo que busqué, mi inspiración y lo más sagrado. Entregué mi inexperto corazón a un verdadero bandido que robó todo lo que fui. Hermosa sensación, única e irrepetible. Ya no quiero más realidades ocultas, basta de asquerosidad. Lo último que deseo es el reflejo de tus ojos en los míos... así como la primera vez en que te ví. Lo siento, todo cambia y esta no es la excepción. Marcharé, con mi corazón a cuestas. Ahora viene el cambio. Adiós...