Y dice: "siempre hay una primera vez para todo, incluso para experimentar las sensaciones más temidas y anheladas". A la ligera y sin pensar mucho, parece una expresión obvia. La misma lógica sugiere que siempre hay una primera vez para todo; para tomar una ruta distinta a casa, para saludar a una persona por la vereda de una calle o, simplemente, para fijarse en algún detallito poco visible de nuestro mismísimo cuerpo. Y escrudiñando aún más: claro que se habla de primeras veces para un todo. Sería extraño que ese todo, tan grande e inconmesurable, abarcara sólo un punto del orbe. Sería extraño que al cometer una acción se comience a contar desde la segunda vez que se realizó. La aritmética lo habla y yo, que poco tengo que ver con números, sólo me resigno a asentir. Sin más.
¿Pero será lo más anhelado parte de las sensaciones más temidas? Si miro desde una óptica media masoquista, calzaría perfecto. Pero si cambio foco y me cuelo por las raíces de la sensata racionalidad, pierdo el norte. Como la vida, no lo puedo negar ni afirmar. Eso sí, desde la aventura ideada por mis locos espirales flotantes, tengo un combinado de ambas. Anhelos hay varios, temores muchos más... quizás. Y si, entonces, tomo ambos y los pongo en un platillo, más que fusionarse, estarían mirándose. Con un poquito de distancia, pero nada de violencia. Más explícita: algunos temores son mis anhelos y algunos anhelos son parte de mis temores. Pero no hablo de absolutos.
Lo cierto es que hay sensaciones. Dulzuras, locuras, resquemores, pasiones, indecisiones, seguridades y cuánta emoción haga tambalear el cuerpo. Y yo tengo varias primeras veces. Como cuando dejé de pensar tanto en la otredad, ese mismo día cuando me aburrí de actuar conforme a las normativas sociales, éticas, morales o qué cosas, para perderme en mis convicciones. Porque no hay nada peor que no hacer lo que querías hacer. Nada peor que quedarse con las ganas de aventurarse, porque, dicen, al menos, de los arrepentidos es el reino de los cielos.
Por eso quiero más primeras veces. Tengo algunas en mi mochila, pero necesito armarme de una gran valija. Quiero llevarme todas las primeras veces. Y las primeras veces, cuentan, siempre son importantes... pero las segundas veces también, ojo. Lo primero no necesariamente es lo mejor; tal vez, sólo transición para lo realmente mejor o bien, aquello que marca, pero no ata. Porque no siempre lo primero que llegó es lo que se esperó. No siempre el primero en bailar es el que te invita a gozar. A gozar de los colores, las flores, los momentos y los recuerdos. Es que la primera vez puede ser sólo la primera... un número.
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