lunes, 15 de septiembre de 2014

Estimada línea recta: chao con Ud.

   
  "¿Será normal que la sinceridad aumente con los años?", me preguntaba hace unos días por ahí, en una muralla virtual que pocos ven. "Me pasa. Me asusta", le agregué, sin saber muy bien hacia qué punto quería llegar. No, menos: hacia qué dirección encumbraba mis espirales flotantes que, a veces (sólo a veces) salen desde algún lóbulo de mi cabeza. Es que cada vez estoy más sincera. Me detengo menos en lo que pienso, analizo menos mis pasos. Pero no se trata de actuar sin pensar; no, eso no. Sino más bien de equilibrar el peso de mis acciones, ponerlas rapidito en una balanza para que sólo en un vistazo las deseche o las comience. 


     Como caminar con unos kilos menos (algo que, realmente, agradecería mi poca esbelta figura), sacarse la abultada camiseta que cubre la piel (lamentablemente para quienes padecemos de constante frío, no sólo en invierno la llevamos) y entregarse a la liviandad (no sé porqué imaginé que aquí vendría la "pasión"). Claro, porque... sí.. no.  A ver, tengo que ser más sincera: estoy botando prejuicios. Sí, en pleno periodo de venta. Estoy saliéndome de esa gruesa, extensa y recta línea que marcaba el camino. Esa que me guiaba, con la sutileza que sólo una línea recta puede tener me decía y repetía si seguir o abandonar. Tan imperceptible, pero tan arraigada que hacía del destino, de las posibilidades y las casualidades, una cosa de esquemas y planes. De un ordenamiento bastante  arcaico y severo, que amenazaba e, incluso, llegaba a tomar represalías. Y sólo en mí. De mí para mí; que nacía y moría en esa misma línea. 


     Desprejuiciándome. Desaferrándome. Desenmarañándome. Es tiempo que la madeja deje de girar, que se corten los hilos aunque no sirvan de mucho. Es tiempo de actuar más que enredarse entre el 'yo' y el 'superyó' de Freud. Que el 'ello' salga de vez en cuando, que se de una vueltecita entre los espirales flotantes... pero no, por ahí no. Que mejor ni se meta por esos lados para disfrutar antes que lamentar. Mejor dicho: disfrutar y después lamentar. Total, todo se trata de mí. De mí y para mí.


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