lunes, 30 de junio de 2014

Joven y sobrevalorada



   Tú, yo, sexo, sexo, tú, yo.  Pal' otro lado: aquél, yo, sexo, mucho sexo, tú, ya y tú también. Me podría pasar la tarde entera poniendo una tras otra, pero aburriría a cualquiera con dos dedos de frente y un poquito de crítica (sí, poquito dije), pero si  "Joven y Alocada" lo hizo… ¿por qué yo no?, me pregunto. 


   Tal veraniego corazón adolescente, no hay nada peor que las expectativas se rompan. Nada peor que la crítica de cine levante tanto una producción que luego de verla la caída duela. Y no sólo a eso, sino que a porrazo limpio. 


   Si la cuestión no va más allá. Una quinceañera de familia conservadora vive sus primeras dudas sexuales; no sabe si le gusta besar o que la besen, si le gusta sacar al baile a una chiquilla o esperar sentadita al muchacho. Entre Tongoy y Los Vilos, si  se revela contra las aprehensiones religiosas de sus papis o agacha la cabeza como princesa de Disney. Drama básico y clásico como un melodrama de  la telenovela de mediodía.


   Es cierto que Daniela- la muchacha protagonista de la cinta- no lo pasa tan bien durante los más de noventa minutos de historia... aunque tampoco se puede quejar. Siente una llamada a seguir con la aventura  para revolver el gallinero de su mundo ordinario, hace de las suyas en el camino y luego regresa al mismo estado anterior. En simples palabras: la misma historia que el cine convencional. Aquí no hay rupturismo; no se juega por invertir los roles,  ni mucho menos,  por dar algunos saltos en el relato que pueda dar cuenta de una inversión del perfil Hollywoodense. Ni una pizca de antitrama.


   Ya, lo digo y qué: "Joven y alocada" es un aporte a la mentalidad del pensamiento hegemónico, del siglo XX. ¿Por qué? Se refuerzan los estereotipos a través de constantes agresiones no violentas hacia la homosexualidad, pues el tratamiento se hace de forma inestable, sucia y carente de cualquier mínimo afecto. Una falta de respeto para quienes luchan en sus trabajos, estudios o en la simple cotidaneidad de un tarde invernal, por visibilizar las relaciones gay bajo una bandera de responsabilidad y concientización. 


   Al refrendar un pensamiento heredado de siglos arcaicos, surgen algunos baches. Nacen inconvenientes que ponen frenos a los pocos centímetros de avance hacia una libertad e igualdad social. ¿Una película así es realmente un aporte a la industria cinematográfica nacional? ¿es realmente un aporte al desarrollo o sólo una continuación de las limitaciones y discriminaciones propias del conservadurismo? Da para pensar pero, por sobre todo, para hacer un alto antes de validar el discurso de una producción audiovisual. No vaya a ser que por creernos postmodernos tropecemos de frente con la modernidad.

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