El cielo estaba más azulado que ningún otro día de invierno, ya que el amanecer quedó hasta el atardecer. Fue algo primaveral en medio de la estación más oscura de todo un año, pero parece que los rayos... no llegaron a mí. A cambio la lluvia recorrió mi piel. Tan dulce como una frutilla, danzaron sobre mis mejillas, una tras otra para perderse en aquel lunar y derretirse hasta más abajo. Más abajo condujeron a la pena que es como una caja de recuerdos, tiene todo guardado en su lugar correspondiente, para que con un pequeño estatillo rompa el alma.
Lluvia que te fuiste, a mi corazón volviste. Mojaste y humedeciste hasta la piedra hecha razón. No me gusta esa sensación, necesito menos presión. No querer seguir así, pienso. ¿Pienso..? ¿qué es pensar? ¿imaginar y recordar? ¿crear y adivinar? Vaya quién sabrá, vaya quién conocerá.
Escudos me protegen del salvajisto hecho humano. Engaña con juego de apariencias que hasta yo caígo en mis redes. Lluvia inundaste mi corazón, no te vas hasta verme caer. No entiendo aquel cuchillo, que se introduce en mi sentir, suavemente. Se introduce y apreta hasta sufrir, hasta la cabeza perder. No entiendo. Me equivoco, lo sé. Nunca tendré razón, pero ¿quién dijo que yo la quería? Vivir de la mentira, te acomoda. No entiendo. Ilusa soy, ingenua también. Quiero ser feliz, aunque sé que viene en pedacitos. No quiero sufrir demás, no quiero dejar de ser joven, no quiero enredarme en mis pensamientos, no quiero mirar a mi sombra y asentir porque sí. Vida... mi vida. Yo quiero construirla, aunque sea a base de narcicismo.
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