lunes, 18 de abril de 2016

Vivir de perdedora VI: no sé cómo titularlo

Las dos semanas de licencia se acabaron. Atrás los dolores y, sobre todo, la contención. Me sentí débil, pero nunca sola y ahora volví a mi estado. Terminaba de tomar té y me puse a pensar o, en realidad, a reprocharme. No quiero llorar, porque si me cae una lágrima las siguientes fluyen como caudal y mañana el resultado estará más que a la vista: ojos hinchados. No quiero llorar, pero me siento llorando. Bebo un poco de té para no flaquear en mi intento, pero siento muchas ganas de llorar. Me cuestiono si soy lo suficientemente sincera como siempre creo ser. Quizás no es tan así como pienso y es básicamente porque pese a decir lo que realmente me pasa, siempre me valgo de un escudo protector. Intento ser indiferente cuando, en realidad, me importa demasiado. Intento reírme, cuando, en realidad, sólo quiero parecer menos profunda y más superficial (y así evitar comentarios del tipo 'no seas cuática).  Pero más allá de eso, me siento gigante, enorme e incuantificablemente idiota. Idiota, porque cuando se trata de los demás me conformo con muy poco. Si, quizás, fuera más segura exigiría más que aceptaría sin reclamos. Soy idiota, porque quiero parecer lejana, mas fría o indiferente, pero lo único que tengo son buenas intenciones y emociones a flor de piel.

Estoy cansada, me esmere ordenando y dejando todo en su lugar pero olvidé que aún estoy lenta y los puntos, a veces, resienten. No es un buen día para mí y no sé a quién contarle. Tampoco quiero, porque ya ni sé cómo explicar lo idiota que soy.

0 comentarios:

Publicar un comentario