A veces cumbia, otras reggaeton. Puede ser rock, aunque la balada no queda atrás. No importa si el pantalón es pitillo o pata de elefante, menos si el pelo se lleva largo, trenzado o bien, imita el corte de un capitán.
Es algo cíclico medio cambiante y claro, hasta contradictorio. Hay días para ser comunista y también para ponerse camisita pulcra. Esto parece de un lugar bien lejano, al norte con un poco de sur y oriente, digo para que suene más forastero. Pero no.No es necesario cruzar el Pacífico, basta dar una simple vueltita a la manzana. Ay, qué pena.
Tenemos el templo del capitalismo. Un paisaje cementado de ideas sacadas-por no decir copiadas, que suena tan feo- del norte, de ese gigante que tambalea por la Bolsa y cosas raras que no le importan al ciudadano de mall in Chili. Poner un pie en ese lugar es sentir inmediatamente el eco de unas voces agudísimas que ya no se conforman con una simple pero mágica cajita feliz; chillan por más así como un lobo enajenado. Que quieren una cosa, que quieren esta otra y que bla bla... Y eso que no me meto en conversaciones ajenas.
La idea entonces es creer ser. Porque hablar de "ser" le queda enorme a las modillas sin sustancia. Tanto así que ni siquiera vienen para quedarse o bien, arraigarse en una miserable partícula del alma colectiva.
La frivolidad es la verdadera cuestión de las relaciones humanoides.Y es que ni siquiera me atrevo a decir persona, tiene tantas dimensiones el concepto que tengo miedo de no usarlo bien. Sí, porque la persona es otra cosa... al menos pretende obrar.